aprecio, en las Ranas 83 sigs., aludiendo a su ausencia de la escena ateniense. El poeta,
que, como Euripides, visitó la corte de Arquelao de Macedonia hacia el 407 a. C., o
permanecía allí o había muerto ya hacia el 404, fecha de esa comedia.
19. Critias, pariente de Platón por parte de madre, aparece también en el Cármides y
en el Timeo, y el diálogo Critias toma de él su nombre. Se distinguió en su conducta
política como el más duro de los Treinta Tiranos, y como pensador, por su audacia
intelectual. Nos quedan algunos fragmentos poéticos de su obra. (Cf. UNTERSTEINER-
A. BATTEGAZZORE, I Sofisti, vol. IV, Florencia, 1962 [reed., 1967], y GUTHRIE, A
History of Greek Philosophy, vol. III..., págs. 298-304, Cambridge, 1969.)
Cuando hubimos entrado y después de pasar unos momentos
contemplando el conjunto, avanzamos hacia Protágoras y yo le dije:
-Protágoras, a ti ahora acudimos éste, Hipócrates, y yo.
-¿Es con el deseo de hablar conmigo a solas o también con los
demás?, preguntó.
-A nosotros, dije yo, no nos importa. Después de oír por qué
venimos, tú mismo lo decides.
-¿Cuál es, pues, el motivo de la visita?, dijo.
-Este Hipócrates es uno de los naturales de aquí, hijo de Apolodoro,
de una casa grande y próspera, y, por su disposición natural, me parece
que es capaz de rivalizar con sus coetáneos. Desea, me parece, llegar a
ser ilustre en la ciudad, y cree que lo lograría mejor, si tratara contigo.
Ahora ya mira tú si crees que debes dialogar sobre esto con nosotros
solos o en compañía de otros.
-Correctamente velas por mí, Sócrates, dijo. Porque a un extranjero
que va a grandes ciudades y, en ellas, persuade a los mejores jóvenes a
dejar las reuniones de los demás, tanto familiares como extraños, más
jóvenes o más viejos, y a reunirse con él para hacerse mejores a través
de su trato, le es preciso, al obrar así, tomar sus precauciones. Pues no
son pequeñas las envidias, además de los rencores y asechanzas, que se
suscitan por eso mismo. Yo, desde luego, afirmo que el arte de la
sofística es antiguo, si bien los que lo manejaban entre los varones de
antaño, temerosos de los rencores que suscita, se fabricaron un disfraz,
y lo ocultaron, los unos con la poesía, como Homero, Hesíodo y
Simónides, y otros, en cambio, con ritos religiosos y oráculos, como los
discípulos de Orfeo y Museo. Algunos otros, a lo que creo, incluso con
la gimnástica, como Icco el Tarentino y el que ahora es un sofista no
inferior a ninguno, Heródico de Selimbria, en otro tiempo ciudadano de
Mégara. Y con la música hizo su disfraz vuestro Agatocles, que era un
gran sofista, y, asimismo, Pitoclides de Ceos, y otros muchos
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.
Todos ésos, como digo, temerosos de la envidia, usaron de tales
oficios como velos. Pero yo con todos ellos estoy en desacuerdo en este
punto. Creo que no consiguieron en absoluto lo que se propusieron,
pues no pasaron inadvertidos a los que dominaban en las ciudades, en
relación con los cuales usaban esos disfraces. Porque la muchedumbre,
para decirlo en una palabra, no comprende nada, sino que corea lo que
estos poderosos les proclaman n. Así que intentar disimular, y no poder
huir, sino quedar en evidencia, es una gran locura, si, en ese intento, y
necesariamente, uno se atrae muchos más rencores de los enemigos.
Pues creen que el que se comporta así ante los demás es un malhechor.
Yo, sin embargo, he seguido el camino totalmente opuesto a éstos, y
reconozco que soy un sofista y que educo a los hombres; creo,
asimismo, que esta precaución es mejor que aquélla: mejor el
reconocerlo que el ir disimulando; y, en lugar de ésa, he tomado otras
precauciones, para, dicho sea con la ayuda divina, no sufrir nada grave
por reconocer que soy sofista. Porque son ya muchos años en el oficio.
Desde luego que tengo ya muchos en total
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. Por mi edad podría ser el
padre de cualquiera de vosotros. Así que me es más agradable, con
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