--Eso dicen los senores de la ciudad, porque a ellos no les molestan;
y fundados en que todo es puro cuento, echaron a presidio a algunos
infelices que nos hicieron un bien de caridad a la gente del
Somontano,[1] despenando a esa mala mujer.
[Footnote 1: la gente del Somontano = 'the people of the Slope,'
those living near the foot of the Moncayo mountain.]
--?Conque no cayo casualmente ella, sino que la hicieron rodar, que
quieras que no? iA ver a ver! Cuenteme usted como paso eso, porque
debe ser curioso, anadi, mostrando toda la credulidad y el asombro
suficiente, para que el buen hombre no maliciase que solo queria
distraerme un rato, oyendo sus sandeces; pues es de advertir que hasta
que no me refirio los pormenores del suceso, no hice memoria de que,
en efecto, yo habia leido en los periodicos de provincia una cosa
semejante. El pastor, convencido por las muestras de interes con que
me disponia a escuchar su relate, de que yo no era uno de esos senores
_de la ciudad_, dispuesto a tratar de majaderias su historia, levanto
la mano en direccion a uno de los picachos de la cumbre, y comenzo
asi, senalandome una de las rocas que se destacaba obscura e imponente
sobre el fondo gris del cielo, que el sol, al ponerse tras las nubes,
tenia de algunos cambiantes rojizos.
--?Ve usted aquel cabezo alto, alto, que parece cortado a pico, y por
entre cuyas penas crecen las aliagas y los zarzales? Me parece que
sucedio ayer. Yo estaba algunos doscientos pasos camino atras de donde
nos encontramos en este momento: proximamente seria[1] la misma hora,
cuando crei escuchar unos alaridos distantes, y llantos e
imprecaciones que se entremezclaban con voces varoniles y colericas
que ya se oian por un lado, ya por otro, como de pastores que
persiguen un lobo por entre los zarzales. El sol, segun digo, estaba
al ponerse, y por detras de la altura se descubria un jiron del cielo,
rojo y encendido como la grana, sobre el que vi aparecer alta, seca y
haraposa, semejante a un esqueleto que se escapa de su fosa, envuelto
aun en los jirones del sudario, una vieja horrible, en la que conoci a
la tia Casca. La tia Casca era famosa en todos estos contornos, y me
basto distinguir sus grenas blancuzcas que se enredaban alrededor de
su frente como culebras, sus formas extravagantes, su cuerpo encorvado
y sus brazos disformes, que se destacaban angulosos y obscuros sobre
el fondo de fuego del horizonte, para reconocer en ella a la bruja de
Trasmoz. Al llegar esta al borde del precipicio, se detuvo un instante
sin saber que partido tomar. Las voces de los que parecian perseguirla
sonaban cada vez mas cerca, y de cuando en cuando la veia hacer una
contorsion, encogerse o dar un brinco para evitar los cantazos que le
arrojaban. Sin duda no traia el bote de sus endiablados untos, porque,
a traerlo, seguro que habria atravesado al vuelo la cortadura, dejando
a sus perseguidores burlados y jadeantes como lebreles que pierden la
pista. iDios no lo quiso asi, permitiendo que de una vez pagara todas
sus maldades!... Llegaron los mozos que venian en su seguimiento, y la
cumbre se corono de gentes, estos con piedras en las manos, aquellos
con garrotes, los de mas alla con cuchillos. Entonces comenzo una cosa
horrible. La vieja, imaldita hipocritona! viendose sin huida, se
arrojo al suelo, se arrastro por la tierra besando los pies de los
unos, abrazandose a las rodillas de los otros, implorando en su ayuda
a la Virgen y a los Santos, cuyos nombres sonaban en su condenada boca
como una blasfemia. Pero los mozos, asi hacian caso de sus lamentos
como yo de la lluvia cuando estoy bajo techado.--Yo soy una pobre
vieja que no he hecho dano a nadie: no tengo hijos ni parientes que me
vengan a amparar; iperdonadme, tened compasion de mi! aullaba la