en la capilla deste vuestro castillo velaré las armas; y mañana,
como tengo dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para poder
como se debe ir por todas las cuatro partes del mundo buscando
las aventuras, en pro de los menesterosos, como está a cargo de la
caballería y de los caballeros andantes, como yo soy, cuyo deseo a
semejantes fazañas es inclinado. (idem, ibidem, p. 111)
As personagens, criadas por ele, estão numa sociedade concreta,
assim como o homem, don Quijote sente dor:
— No lo niego - replicó don Quijote -; pero acomódate tú donde
quiseres, que los de mi profesión mejor parecen velando que
durmiendo. Pero, con todo esto, sería bien, Sancho, que me
vuelvas a curar esta oreja, que me va doliendo más de lo que es
menester. (idem, ibidem, p. 174)
Ele faz as refeições como “el rey Perión de Gaula” quando hóspede
“del rey Garínter”: “ allí fueron servidos como en casa de tan buen hombre
ser devía. (MONTALVO, 1996, p. 230). Na obra mencionada se faz, inclusive,
a descrição do que se tem para ser servido.
- Aqui trayo una cebolla, y un poço de queso, y no sé
cuántos mendrugos de pan – dijo Sancho -; pero no son manjares
que pertenecen a tan valiente caballero como vuestra merced.
-¡Qué mal lo entiendes! – respondió don Quijote -; hágote saber,
Sancho, que es honra de los caballeros andantes no comer en un
mes, y, ya que coman sea de aquello que hallaren más a mano; y
esto se te hiciera cierto si hubieras leído tantas historias como yo;
que aunque han sido muchas, en todas ellas no he hallado hecha
relación de que los caballeros andantes comiesen, si no era acaso y
en algunos suntuosos banquetes que les hacían, y los demás días se
los pasaban en flores. Y aunque se deja entender que no podían
pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales,
porque, en efecto, eran hombres como nosotros, hase de entender
también que andando lo más del tiempo de su vida por las
florestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria
comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me
ofreces. Así que, Sancho amigo, no te congoje lo que a mí me da
gusto; ni querrás tú hacer mundo nuevo, ni sacar la caballería
andante de sus quicios.
-Perdóneme vuestra merced – dijo Sancho -; que como yo no sé leer
ni escribir, como otra vez he dicho, no sé ni he caído en las reglas
de la profesión caballeresca; y de aquí adelante yo proveeré las
alforjas de todo género de fruta seca para vuestra merced, que es
caballero, y para mí las proveeré, pues no lo soy, de otras cosas
volátiles y de más sustancia. (CERVANTES, T. I, 1995, p. 166)