22
seguindo a linha mais sedimentada na doutrina que se debruça para a
análise das fontes e raízes da figura em comento.
8
Arhañaras, 4. ed. Buenos Aires: Tipografía Editora Argentina, 1959, v. 3, p. 612); Héctor Lafaille
(Tratado de los derechos reales. Buenos Aires, Compañía Argentina de Editores, 1944, v. 2, p.
376); Luis M. Valiente Noailles (Derechos reales. Buenos Aires: Roque Depalma, 1958, p.19);
Marina Mariani de Vidal (Curso de derechos reales. Buenos Aires: Zavalia, 2000, v. 2, p. 380);
Beatriz Aréan (Derechos reales. 6. ed. Buenos Aires: Hammurabi, 2003, v. 2, p. 695); Alejandro
Borzutzky Arditi (El derecho de superficie. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1972, p. 29-59);
Roland Ruedin (Le droit réel de superfície. Neuchâtel: Ides et Calendes, 1969, p. 48-49).
8
Registre-se, no entanto, que há alguma discrepância entre os autores que fazem a análise
histórica sobre o direito de superfície, ocorrendo variações nas opiniões (inclusive na doutrina
estrangeira), até mesmo diante da existência de material histórico absolutamente seguro,
mormente sobre a evolução do instituto no período romano. Tanto assim, que Rima Gorayb faz a
seguinte anotação: “Havendo poucos dados históricos, a verdadeira origem do direito de
superfície permanece obscura. Velhos escritores, reputam-no antiqüíssimo e dela citam como
exemplo concreto a concessão de solo realizada para a construção da Colônia de Cartargo, fato
que ocorreu nove séculos antes da era cristã. Outros, como Bulfoni (op. cit.), preferem ver uma
primeira manifestação do direito estudado Conta-nos Dionísio (X, 32) que, por ocasião da
publicação, por Giustino, da LEX Icilia de Aventino, foi concedida, aos plebeus, a faculdade de
edificar sobre o Aventino suas próprias habitações, e gozá-las em comum. Outros vêem, na
conquista de Cápua, um exemplo de direito de superfície na locação de casas e tabernae (211 a.
C.). Ora, todos os autores são unânimes em situar a origem da superfície e da enfiteuse na
ocupação das terras inalienáveis em considerar a enfiteuse um reflexo do direito grego que
começou a ser assimilado pelos romanos a partir da anexação da Grécia por Roma (211 a. C.)”
(O direito de superfície. São Paulo: Quartier Latin, 2007, p. 26). A observação da autora
brasileira não é única, sendo apresentado por E. Fosar Benlloch quadro que demonstra a
existência de uma variedade de opiniões sobre as raízes históricas da figura jurídica, confira-se:
“1) Según algunos Danz, Puchta, Dittmar, se halla en la lex Icilia de Aventino publicando en
virtud de la que (Dion. Halic., x, 32) fue concedido a la plebe habitar el monte Aventino, la cual
construyó insulas y las dividido por pisos para su uso por una familia. Pero, ciertamente, no se
ha de ver aquí un derecho de superficie que grava a cada piso inferior en beneficio del superior,
tan sólo una communio pro diviso del uso, pro indiviso de la propiedad. En esto pareecem estar
de acuerdo todos los autores (Rudorf, Rosso, Lucci, Coviello, Simoncelli, Bonet). 2) Otra opinión
de autores antiguos (Punffendorf, Heyser, Hertius) remonta la creación del derecho de superficie,
nada menos que a la legendaria concesión de tierras de los númidas a Elisa, fundadora de
Catargo. Dice Coviello: discutir sobre la falsedad de tal origen histórico sería superfluo; sin salir
tan lejos, despreciaremos investigarlo, puesto que el derecho nace en Roma (p. 37). 3) Para
otros, la superficie deriva de la occupatio bellica. Los bienes y personas de los vencidos eran
propiedad del pueblo romano. En cuanto a los bienes ocupados, otorgaba un derecho de goce
limitado a la superficie, puesto que el dominio público era inalienable. En retribución de esta
cesión del goce percibía el Estado una renta perpetua. Luego, los particulares imitaron este
sistema de administración de los bienes públicos y así nació el derecho de superficie atisbado
por Séneca. (…) 4) Otra opinión, sustentada por Demolobre, intenta demostrar que el origen del
derecho de superficie se halla en el arriendo privado ad non modicus tempos. Esto no parece
exacto, pues el origen de la superficie romana está indisolublemente ligado al ager publicus. 5)
Finalmente, la mayoría de los autores colocan los albores y parte de la evolución del derecho de
superficie en los arriendos ad non modicum tempos que el Estado otorgaba sobre el ager
publicus. El argumento lógico que explica el origen de este instituto el siguiente (Lucci, que cita
Degenkolob, p. 15-16): el que adquiere un derecho de construir con materiales propios sobre el
fundo de otro, dirige su intención a la propiedad de su producción: pero esta intención, chocando
contra a ley de accesión, viene atenuada en el sentido que en vez de producir el efecto a que iba
destinada (derecho de propiedad) produce otro diverso o, al menos, atenuado (derecho real).” (El
derecho de superficie. Anales de la Universidad de Valencia, v. 28, fasc. 3, p. 7-9, II curso 1954-
1955). Também com exposição, ainda que mais breve, acerca das teses que envolvem as raízes
do direito de superfície, confira-se: Jerónimo González (El derecho real de superficie. Madrid:
Libreria General de Victoriano Suárez, 1922, p. 12-14). De qualquer forma, parece prudente a