palmaditas en la cabeza y saludando delante de el. Se vuelve en redondo hacia los hombres, asiente y dice:
"Muy bien. Yo también estoy en el secreto, y todas estas viejas pesadillas son mis amigos". Después abre la
boca y la señala, y cuando el primer hombre le trae comida dice "Sí" con mucha altanería, y come despacio.
Así fue como llegamos a nuestro primer poblado, sin ningún problema, como si hubiéramos caído del cielo.
Pero caímos de uno de esos malditos puentes de cuerda, ¿sabe?, y... no puede esperar que un hombre se ría
mucho después de eso...
-Beba un poco más de whisky y continúe -dije-. Ése fue el primer poblado que encontraron. ¿Cómo llegó
a ser rey?
-Yo no fui rey -dijo Carnehan-. Dravot era el rey, y muy distinguido que parecía con la corona de oro en
la cabeza y todo eso. Él y la otra parte interesada se quedaron en aquel poblado, y todas las mañanas Dravot
se sentaba al lado del viejo Imbra, y la gente venía y lo adoraba. Era orden de Dravot. Después un montón
de hombres entraron en el valle, y Carnehan y Dravot les disparan con los rifles antes de que supieran
dónde estaban, y los dos corren valle abajo y luego valle arriba y encuentran otro poblado, igual que el
primero, y Dravot dice: "¿Qué problema hay entre los dos poblados?" y la gente señala a una mujer, tan
blanca como usted o yo, que llevaban a rastras, y Dravot la lleva de vuelta al primer poblado y cuenta los
muertos... ocho habían. Por cada hombre muerto Dravot derrama un poco de leche sobre la tierra y agita los
brazos como un molinete, y dice: "Está bien". Luego el y Carnehan cogen del brazo al gran jefe de cada
poblado y bajan al valle, y les enseñan a cavar una zanja con una lanza a lo largo del valle, y les da a cada
uno un terrón de tierra de ambos lados de la zanja. Luego todo el mundo baja y gritan como demonios y
todo eso, y Dravot dice: "Id y labrad la tierra, y sed provechosos y multiplicaos". Cosa que hicieron, aunque
no entendieron nada. Luego preguntamos los nombres de las cosas en su jerga, pan, agua, fuego, ídolos y
todo eso, y Dravot lleva junto al ídolo al sacerdote de cada poblado, y dice que él tiene que sentarse allí y
juzgar a la gente, y que si algo sale mal pueden matarle de un tiro.
»A la semana siguiente todos andaban revolviendo la tierra del valle tan tranquilos como abejas y mucho
más hermosos, y los sacerdotes escucharon todas las quejas y le contaron a Dravot con gestos de qué tra-
taban. "Esto es el principio -dice Dravot-. Creen que somos dioses." El y Carnehan eligen veinte hombres
útiles y les enseñan a disparar un rifle, y a formar a cuatro, y a avanzar en línea, y ellos estaban muy
contentos, y lo entendían todo muy deprisa. Luego él saca su pipa y su bolsa de tabaco, y deja la una en un
poblado, y la otra en el otro, y allá vamos los dos a ver qué hay -por hacer en el siguiente valle. Era todo de
rocas, y había un poblado pequeño, y Carnehan dice: "Mándalos al otro valle a plantar la tierra", y los lleva
allí, y les da tierra que no era de nadie. Eran muy pobres, y los ungimos con la sangre de un cabritillo antes
de dejarlos entrar en el nuevo reino. Eso era para impresionarlos, y después se establecieron tranqui-
lamente, y Carnehan volvió con Oravot, que había ido a otro valle, todo nieve y hielo y muy montañoso.
Allí no había gente y el Ejército tuvo miedo, así que Dravot mata a uno de un tiro, y sigue hasta que
encuentra gente en un poblado, y el Ejército explica que a menos que la gente quiera que la maten es mejor
que no disparen sus pequeños mosquetes, porque tenían mosquetes de mecha. Nos hacemos amigos del
sacerdote, y yo me quedo allí solo con dos del Ejército, enseñando instrucción a los hombres, y un jefe im-
ponente de grande se acerca a través de la nieve tañendo timbales y cuernos, porque ha oído que había un
nuevo dios por los alrededores. Carnehan apunta a bulto desde una media milla y roza a uno de los
hombres. Luego envía un mensaje al jefe, que a menos que quiera que lo maten, debe acercarse y es-
trecharme la mano y dejar sus armas detrás. Primero se acerca el jefe solo, y Carnehan le da la mano y agita
los brazos, como Dravot hacía, y muy sorprendido que se quedó aquel jefe, y me acaricia las cejas. Después
Carnehan se acerca solo al jefe, y le pregunta con gestos si tenía algún enemigo que odiase. "Lo tengo" dice
el jefe. Así que Carnehan elige a los mejores hombres, y manda a los dos del Ejército a enseñarles
instrucción, y al cabo de dos semanas los hombres maniobran tan bien como un cuerpo de voluntarios. Así
que marcha con el jefe hacia una gran meseta en lo alto de una montaña, y los hombres del jefe atacan y
toman un poblado, con nuestros tres Martinis disparando a bulto contra el enemigo. Así que también
tomamos aquel poblado, y le doy al jefe un jirón de mi abrigo y le digo: "Ocúpalo hasta que vuelva", lo
cual es de la Biblia. A modo de advertencia, cuando yo y el Ejército estábamos a unas mil ochocientas
yardas, dejo caer una bala a su lado, de pie en la nieve, y todo el mundo se tira al suelo de bruces. Luego
mando una carta a Dravot donde quiera que esté, tierra o mar.
A riesgo de hacer que aquella criatura perdiese el hilo, le interrumpí:
-¿Cómo podía escribir una carta desde allí?
-¿La carta? ¡Oh, la carta! Siga mirándome entre los ojos, por favor. Era una carta de cuerda parlante, que
habíamos aprendido de un mendigo ciego en el Punjab.