El trabajo es una mercancía como otra cualquiera, y su precio depende,
por consiguiente, de las mismas leyes que el de cualquier otra mercancía. Pero,
el precio de una mercancía, bajo el dominio de la gran industria o de la libre
competencia, que es lo mismo, como lo veremos más adelante, es, por término
medio, siempre igual a los gastos de producción de dicha mercancía. Por tanto,
el precio del trabajo es también igual al costo de producción del trabajo. Ahora
bien, el costo de producción del trabajo consta precisamente de la cantidad de
medios de subsistencia indispensables para que el obrero esté en condiciones
de mantener su capacidad de trabajo y para que la clase obrera no se extinga.
El obrero no percibirá por su trabajo más que lo indispensable para ese fin; el
precio del trabajo o el salario será, por consiguiente, el más bajo, constituirá el
mínimo de lo indispensable para mantener la vida. Pero, por cuanto en los
negocios existen períodos mejores y peores, el obrero percibirá unas veces
más, otras menos, exactamente de la misma manera que el fabricante cobra
unas veces más, otras menos, por sus mercancías. Y, al igual que el fabricante,
que, por término medio, contando los tiempos buenos y los malos, no percibe
por sus mercancías ni más ni menos que su costo de producción, el obrero
percibirá, por término medio, ni más ni menos que ese mínimo. Esta ley
económica del salario se aplicará más rigurosamente en la medida en que la
gran industria vaya penetrando en todas las ramas de la producción.
VI. ¿Qué clases trabajadores existían antes de la revolución industrial?
Las clases trabajadoras han vivido en distintas condiciones, según las
diferentes fases de desarrollo de la sociedad, y han ocupado posiciones
distintas respecto de las clases poseedoras y dominantes. En la antigüedad, los
trabajadores eran esclavos de sus amos, como lo son todavía en un gran
número de países atrasados e incluso en la parte meridional de los Estados
Unidos. En la Edad Media eran siervos de los nobles propietarios de tierras,
como lo son todavía en Hungría, Polonia y Rusia. Además, en la Edad Media,
hasta la revolución industrial, existían en las ciudades oficiales artesanos que
trabajaban al servicio de la pequeña burguesía y, poco a poco, en la medida del
progreso de la manufactura, comenzaron a aparecer obreros de manufactura
que iban a trabajar contratados por grandes capitalistas.
VII. ¿Qué diferencia hay entre el proletario y el esclavo?
El esclavo está vendido de una vez y para siempre, en cambio, el
proletario tiene que venderse él mismo cada día y cada hora. Todo esclavo
individual, propiedad de un señor determinado, tiene ya asegurada su
existencia por miserable que sea, por interés de éste. En cambio el proletario
individual es, valga la expresión, propiedad de toda la clase de la burguesía.
Su trabajo no se compra más que cuando alguien lo necesita, por cuya razón
no tiene la existencia asegurada. Esta existencia está asegurada únicamente a
toda la clase de los proletarios. El esclavo está fuera de la competencia. El